Foto Alberto Rodríguez
Andar gestionando la vida no es fácil. Cada uno tiene lo suyo, por eso a mí me gusta tanto una frase que se atribuye Platón: “sé amable con la gente, cada persona que te encuentras está luchando una gran batalla”.
En muchas de las guerras que peleamos el enemigo somos nosotros mismos. Revisamos una y otra vez los errores del pasado para ver en qué fallamos, para pensar qué podríamos haber hecho diferente; culpándonos de nuestros errores, arrepintiéndonos de nuestras decisiones. O, y no se qué es peor, preocupándonos por lo que pueda venir en el futuro, preguntándonos qué va a pasar y si seremos capaces de manejarlo, y si podremos soportar las consecuencias de lo que venga. Y si…, y si… ¡Uff! Decía Mark Twain: “han pasado cosas terribles en mi vida, casi todas sucedieron únicamente en mi cabeza”. Pues eso.
Yo (yo mismo, el de ahora, el del presente, uno bastante efímero que para cuando leas esto será ya pasado) he hecho un trato razonable con mis otros yoes (el del pasado y el del futuro). Te cuento por si te sirve. Y lo dejo escrito para que no se le olvide a mí Yo-del-futuro que ese es muy Sancho Panza, muy propenso a implicarse en todo tipo de quimeras y olvidarse de lo importante.
Con mi Yo-del-pasado (el que acabó su trabajo justo hace un segundo) he llegado al siguiente acuerdo: estoy dispuesto a aprender de ti siempre que resumas y me des consejos claros y concretos; pero, ¡por dios!, ¡no te andes quejando todo el rato y no me cuentes cien veces la misma historia!, que me agobias y me atasco. Pásame conclusiones útiles y te haré caso. Necesito aprender de ti, de tu experiencia, sacar conclusiones y seguir adelante. Esto es como conducir, esta bien mirar de vez en cuando por el espejo retrovisor, pero la información importante está adelante. Así que: “tira pa’lante brother”.
A cambio, prometo perdonarte casi todo y aceptar que hiciste las cosas lo mejor que pudiste. No se me olvida que aunque ahora eres pasado, fuiste presente y estoy seguro –porque te (me) conozco– que tomaste las mejores decisiones posibles con la información que tenías. Te agradezco tus aciertos, perdono y acepto tus fallos. Profundo agradecimiento siempre por haber vivido con intensidad, lo que sea, independientemente del resultado. No sería quién soy sin ti. Gracias amigo por el trabajo realizado pero… “çiao caro”, tu momento ya pasó.
A mi Yo-del-presente (el que escribe), a ese le (me) encomiendo casi todo el trabajo. El de vivir atento a cada momento, no importa lo estupendo o terrible que sea lo que el destino me traiga. Yo (el-del-presente) soy el único que está ahí para vivirlo, nada vuelve a pasar dos veces; y cuando se acaba, se acaba, y todo ese rollito medio budista que está tan de moda. Trataré, eso sí, de seguir en la medida de lo posible los consejos aprendidos del Yo-del-pasado. Pero con mucha apertura mental, no vayamos a estropear algo interesante por analizarlo desde una perspectiva vieja. Las experiencias nuevas requieren de frescura en la mirada. Crecer implica arriesgarse, tanto en el hacer, como en el mirar. Si escruto el presente con los ojos del pasado, con los sesgos y el resquemor de lo vivido, seguro que me pierdo algo interesante. Me gusta la idea budista de tratar de aplicarle a todo una visión de principiante. No es siempre posible, pero es bueno hacerse ese propósito.
A mi Yo-del-presente (el que escribe) le tengo bien instruido para que se encargue de hacer su trabajo: no procrastinar que el tiempo es oro, así que nada de dejar para mañana (para el Yo-del-futuro) lo que pueda hacer hoy. Fundamental, que afronte las cosas, que no aplace, que resuelva lo que le corresponde. Las decisiones hay que tomarlas cuando se tiene la información necesaria para hacerlo. Decidir puede ser muy difícil, pero nuestra vida –la de cada uno– se construye decidiendo.
Pero también trato de ser firme y asertivo para impedir que mis otros yoes me presionen para que haga su trabajo. El Yo-del-pasado es muy pesado y puede intentar inundar cada momento con recuerdos. No permitas que el presente se te escape mientras sigues dándole vueltas a lo que ya no tiene remedio. Insisto: aprende y agradece o disculpa, pero no te atasques, sigue viviendo. Con cuidado también de no hacerle el trabajo al Yo-del-futuro. Ese es muy caradura, tiende a escaquearse llenándote de preocupaciones, para que calcules todo bien y le quites trabajo. Ahí es dónde empiezan los “Y si…”. Ni caso. Hay decisiones que no se pueden tomar hasta tener información relevante. Esas se las dejo al Yo-del-futuro. Está bien tratar de estar preparado para lo que pueda venir, pero la vida no es una partida de ajedrez en la que tienes que calcular todo lo que pueda ocurrir y pensar como lo manejarías. Fluye “my friend”.
A mi Yo-del-futuro ante todo: suerte hermano; no tiene pinta de que las cosas vayan a ser fáciles para ti, nunca lo son, pero yo te tengo mucho respeto. ¡Y mucha fe! Yo (el-del-presente) trato, ya te he dicho, de ponértelo fácil: hago lo que me corresponde, decido lo que puedo y me cuido para no ponértelo muy complicado. Pero, aún así, ya te digo que te voy a pasar un montón de marrones. Decisiones que no puedo tomar porque no tengo la información que hace falta (y espero que tu las tengas). Y elecciones que he tenido que hacer porque sí, sin tener muy claro que consecuencias tendrán, si salen bien disfrútalas, Yo-de-futuro, y si no pues ya te las arreglarás colega. Insisto en que te tengo mucha fe. “Good luck mi pana”.
Que todo esto te parece muy complicado? Lo entiendo. Te lo resumo: fluye y “be water my friend”.
Alberto Rodríguez M.