El amor (II): sapos, principesas, brujas y cisnes.

Foto de Chema Concellón

¡Que no quiero líos! Cambia príncipe por princesa, o viceversa, donde tu quieras, y me da igual el color con el que vistas a ésta, me da lo mismo si es rosa o morado. Déjame aparcar un ratito el tema del género y contarte lo que quiero compartir.

Sigo a vueltas con el amor. Te cuento, me gusta mucho la filosofía existencial, y los modelos de terapia que de ella se derivan. Y un tema fundamental para éstos es el de las relaciones interpersonales y la soledad. Ya lo he dicho alguna vez antes, las personas pasamos en soledad una buena parte de nuestro tiempo. Unos más que otros, es verdad. Pero al final todos vivimos una buena parte de nuestra vida habitando nuestra cabeza y todo el vasto mundo que en ella creamos. Con dudas, preocupaciones, sueños, deseos… Todas esas cosas que nos contamos antes de dormir, o al despertar, o mientras conducimos; o todo el rato si estamos algo obsesionados. Así que nunca estamos realmente solos porque siempre estamos con nosotros mismos y, a veces, esa no es una buena compañía. Además, se puede estar muy sólo incluso rodeado de gente. Y ésta es la peor de las soledades porque implica haber perdido la esperanza de hallar el consuelo en los demás. 

Desde este principio básico de aislamiento, necesitamos acercarnos a los otros. Y necesitar es la palabra precisa. Y los otros pueden ser la solución y también el problema. Nos pueden dar el amor, el reconocimiento, la compañía, el alivio que necesitamos; o, pueden convertirse en la peor de nuestras pesadillas.

En este deseo de búsqueda, y ahí es dónde quiero llegar, corremos el riesgo de pensar que un día aparecerá una persona que lo resuelva todo. El príncipe o la princesa (lo llamaré principesa), de nuestros sueños, quién dará por fin un sentido a nuestra existencia. Sí, sí, esa princesa que al besarte hará que dejes de ser un sapo (¡me encanta la dureza de la imagen!). Y es ahí cuando la cosa se complica de verdad. Cuanto peor estamos, o más difícil es nuestra vida, más necesidad tenemos de que nos salven. Es una idea casi religiosa: mi vida ha sido dura, me han hecho daño, pero yo merezco otro destino; me merezco que venga alguien que me rescate de tanto dolor. Y como he esperado mucho tiempo quiero que ese alguien sea realmente fantástico, porque tengo mucho sufrimiento que compensar. Así que estaría bien que fuera una persona atractiva, inteligente, simpática, con dinero y prestigio social para que pueda darme una buena vida; y, por descontado, que me quiera muchísimo. Y ya puestos a pedir, que ese ser tan maravilloso sea admirado por todo el mundo, y que me envidien por tenerlo, y que se den cuenta de lo que valgo y del error que han cometido todo este tiempo minusvalorándome. Toda una retahíla de quejas y desagravios que tienen, si lo piensas bien, un denominador común: me querrán por el valor que mi principesa tenga, y no por el mío. ¡Una gran mierda! No me digas que no.

¡En fin! Te doy mi opinión. De entrada te diré que no me gustan mucho los cuentos de principesas, yo en el amor soy también republicano, prefiero casi los de brujas y magos (y hasta me gusta que sean un poco malotes). Pienso que el mundo necesita algo de magia y mucha ilusión. Necesitamos creer en lo increíble para recuperar algo de esperanza. 

Tampoco se muy bien que consejo darte. No voy a explicarte como deberían ser las cosas en los asuntos relacionales. Tú ya lo sabes. Los consejos de psicología barata se pierden rápidamente en el viento del olvido emocional, nos conmueven durante unos minutos y luego se disuelven dejándonos como estábamos. Sí te dejo una sugerencia por obvia que parezca para que no se te olvide: sé tu propio salvador; si tienes que invertir ilusión, empieza haciéndolo en ti; si quieres buscar el amor empieza por quererte, por reconocer tu propia valía. No, no es egoísta, es obvio, cuanto mejor seas más podrás aportar a una relación, y más potente y valiosa será esta.

Termino, como el escrito va de cuentos quiero que tenga un final feliz. Ahí te lo dejo. ¿Sabes los relatos que a mí más me gustan?: los de patitos feos que se transforman en cisnes.

 

P.D.

Una anotación acorde con el momento en el que escribo. Me cae bien esa princesita española de hermosos ojos tristes que en estos días decide asumir el compromiso de ser la futura reina de España. Le agradezco el gesto, me parece valiente y generoso por su parte, pero me da pena que alguien tan joven se cargue con tan oprobiosa responsabilidad. Verán, no es nada personal, pero yo prefiero una presidenta elegida con los votos de todos y todas. Así que, en lo que a mi respecta, le libero de la obligación, y le deseo mucha felicidad y libertad.

 

Alberto Rodríguez M.

Alberto Rodríguez
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